Cónclave

- Director
- Edward Berger
- Guión
- Peter Straughan
- Reparto
- Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini, Lucian Msamati, Carlos Diehz, Sergio Castellitto, Brían F. O’Byrne, Merab Ninidze, Thomas Loibl, Jacek Koman, Joseph Mydell, Rony Kramer, Garrick Hagon, Madhav Sharma, Loris Loddi, Roberto C
- Año
- 2024
- Duración
- 01:55
Tras la inesperada muerte del Sumo Pontífice, el cardenal Lawrence es designado como responsable para liderar uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo: la elección de un nuevo Papa. Cuando los líderes más poderosos de la Iglesia Católica se reúnen en los salones del Vaticano, Lawrence se ve atrapado dentro de una compleja conspiración a la vez que descubre un secreto que podría sacudir los cimientos de la Iglesia.

–El alma del poder bajo la bóveda del secreto–
En tiempos donde el cine a menudo cede al estruendo de efectos visuales y tramas previsibles, Cónclave —la nueva joya cinematográfica dirigida por Edward Berger— emerge como un ejercicio de contención, profundidad y tensión soterrada. Basada en la novela homónima de Robert Harris, esta obra nos adentra en el misterio y la intriga de una de las instituciones más herméticas del mundo moderno: la elección papal. Lo hace sin caer en el sensacionalismo, construyendo en cambio un drama elegante, contenido y profundamente humano.
El guion, también escrito por Harris, destila una prosa limpia y eficaz, con diálogos sutiles que revelan más de lo que dicen. La historia gira en torno al cardenal Lomeli (interpretado con admirable sobriedad por Ralph Fiennes), quien se ve inesperadamente colocado en el centro de una crisis eclesiástica tras la muerte del Papa. La película no solo explora las tensiones políticas internas del Vaticano, sino que las convierte en un espejo de la fragilidad moral del individuo enfrentado al poder.
Berger, quien ya demostró su solvencia narrativa con Sin novedad en el frente, domina aquí el arte del ritmo contenido. Cada plano es medido, cada mirada tiene peso, y el silencio —a menudo elocuente— se convierte en uno de los protagonistas. La puesta en escena enriquece la atmósfera claustrofóbica: corredores de mármol, bóvedas sombrías y el rigor ritualista contrastan con los dilemas éticos y las debilidades humanas que se despliegan en el corazón de la historia.
Visualmente, Cónclave es austera pero profundamente bella. La fotografía de James Friend se mueve entre la penumbra y la luz filtrada, reflejando con acierto el conflicto interior de los personajes. El uso del claroscuro remite, en ocasiones, a la pintura barroca, generando una estética que subraya el peso simbólico de cada escena.
Pero es en el elenco donde la película encuentra su verdadera fuerza. Fiennes compone un Lomeli introspectivo, vulnerable pero digno, cuya evolución moral sostiene el arco narrativo. Le acompañan intérpretes como Stanley Tucci y John Lithgow, que aportan matices a sus respectivos cardenales, evitando cualquier caricatura fácil del poder eclesiástico. El equilibrio entre el drama personal y la trama política es sostenido con una precisión admirable.
Lejos de ser una película sobre religión, Cónclave es una reflexión sobre la verdad, la fe y el peso del secreto. Es cine adulto en el mejor sentido: sobrio, inteligente y emocionalmente resonante. Una obra que, como el incienso que impregna los pasillos vaticanos, deja una huella persistente en la memoria del espectador.
En una época necesitada de historias que interroguen al alma, Cónclave ofrece un espacio de contemplación moral sin renunciar a la tensión narrativa. Una apuesta valiente y sofisticada que merece ser vista, pensada y discutida.